Rodrigo Montero



Rodrigo Montero

A propósito del recientemente celebrado día internacional de la felicidad, me permito compartir algunas reflexiones. Desde la ciencia económica mucho se ha investigado respecto de cuáles son los principales factores que gatillan procesos virtuosos de felicidad o bienestar subjetivo en las personas. 

Controversia generaron las cifras de cuentas nacionales publicadas recientemente por el Banco Central. Y es que de una caída –estimada preliminarmente– de 0,2% del PIB en 2023, pasamos a un crecimiento de 0,2%. ¿Qué significa esta corrección y qué tan relevante es?

Desarrollo económico, un concepto que se nos ha hecho esquivo a los chilenos. Hace algunos años atrás, soñábamos con alcanzar el desarrollo, sobre todo amparados en las buenas cifras que habíamos logrado en términos de PIB per cápita.

El debate recurrente sobre si el crecimiento económico refleja el bienestar de una nación volvió a plantearse en el Foro de Davos, donde se habló de mirar más allá del desempeño económico para medir el progreso de un país, tomando el nivel de vida o la felicidad de la ciudadanía como medida del éxito.

Es natural que, a medida que los países transitan por su camino hacia el desarrollo, enfrenten desafíos cada vez más complejos. Las sociedades se vuelven más exigentes, enarbolando más y nuevas demandas, y los gobiernos deben encontrar la manera de satisfacer dichas demandas de una manera eficiente y sostenible en el tiempo, con recursos que siempre son escasos. En este contexto, se requiere de diseños bien pensados para las políticas públicas, que involucren desde su origen evaluaciones de impacto ex ante y ex post. 

Si de algo se sabe al otro lado de la cordillera, es de shocks, de distinto tipo claro está. De hecho, en lo más reciente están siendo testigos presenciales de cómo se están dibujando una serie de medidas que impactarán de manera relevante a la economía en los próximos meses, asestándole un shock que, al menos en el corto plazo, será difícil de digerir.

Lo admito, el titular no es muy halagüeño, pero el primer mensaje que nos dejó el IEF correspondiente al segundo semestre de este año, es que “los riesgos del escenario macrofinanciero externo han aumentado respecto del Informe anterior”. 

Vale la pena hacer algunas reflexiones en torno al más reciente Informe de Política Monetaria (IPoM), correspondiente al mes de septiembre del presente año.


A propósito de las críticas que han emergido en torno a las cifras reveladas por la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) referentes a la evolución de la pobreza (medida ésta por ingresos), comparto algunos comentarios con el ánimo de enriquecer el debate. 

Con el ánimo de aportar a la construcción de un (deseable, ¡qué duda cabe!) pacto fiscal, me parece importante sumar un elemento que es clave para todos quienes nos dejamos seducir por los argumentos técnicos: la democratización de la información con la cual se evalúan las políticas fiscales (y las políticas públicas más en general). Así, se requiere tener acceso a la información y modelos que sustentan, no solo las propuestas que emanan desde el ejecutivo, sino también, a las que surgen desde el hemiciclo.